Al nororiente de la Costa Caribe colombiana, a orillas del río Guatapurí, al Oeste la Sierra Nevada de Santa Marta y al Este en la serranía del Perijá se tejen sueños, se queman miedos y se atan alegrías, en la pujante Valledupar. Este ejercicio que se fundamenta en obras y trabajos realizados manualmente, con poca o nula intervención de maquinaria, es el que día a día realiza una mujer procedente de la cuna del vallenato, que hoy a sus treinta y ocho años de edad, continua ejerciendo sobre la Cordillera Central de los Andes, entre el Cañón del Combeima y en cercanías del Nevado del Tolima.
Dengri Luz Zuleta Yance, es una mujer que como muchas, crean objetos o productos de identidad cultural comunitaria, hechos por procesos manuales, auxiliados por implementos rudimentarios. “El manejo de las técnicas tradicionales nos permite como artesanos, crear diferentes objetos de calidad, imprimiéndoles, además, valores simbólicos e ideológicos de la cultura local, lo que convierte las artesanías para nosotros en un estilo de vida”. Así como le denomina la señora Luz, esta forma de vida, es la que le ha permitido resurgir en un territorio desconocido, sin dejar a un lado la ardua lucha para lograr adaptarse a una nueva cultura, un nuevo clima, nuevos estilos de vida, hasta una sazón diferente, “para mí el agua sabia diferente, me costaba comer sin hacer caras, pero sobre todo el calorcito me hacía falta” recuerda ella con una sonrisa en su rostro.
"La costeña" Arte, sueños y esperanza
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Cerca del 2005, dejamos las faldas de la Sierra Nevada de Santa Marta, por las calles de la capital musical, la misma tierra que me vio nacer”, afirma Luis Fernando Rodríguez, esposo de la artesana Valduparense. “Mi esposa es una mujer fuerte, emprendedora, responsable, pero sobre todo consciente del valor que tiene la familia, siempre ha estado apoyándome y yo estoy para ella”.
Esta artesana lleva más de 20 años dedicándole tiempo, amor y mucha concentración a la construcción de bisutería, tejiendo mochilas, atrapa sueños y a la alfarería. La técnica y el material que mejor desempeña es el del totumo; “el fruto requiere de una preparación previa, antes de ser apto para su empleo en las artesanías. Necesita dejarse secar y un curado apropiado. Cuando ya está curado, debe lijarse y limpiarse” afirma Luz.
La artesanía comúnmente se crea como producto duradero o efímero, y su función original está determinada por el nivel social y cultural. En este sentido puede destinarse para el uso doméstico, ceremonial, en el vestuario, o bien como implemento de trabajo, esta diversidad es lo que encuentran, los clientes de “la costeña “en su local. Para Dengri Luz, la artesanía representa mucho más, pues es su estilo de vida, ese mismo al que a diario le agradece por lo que le ha dado, ama su profesión y está dispuesta a continuar tejiendo sueños hasta que la vida y sus manos se lo concedan.
Por: Diana Cabezas y Angy Pachón
Esta historia continúa
Es en Valledupar donde nace el amor y la pasión por confeccionar artesanías, de ahí decidió emprender un nuevo rumbo a Santa Marta en compañía de su esposo y sus dos hijos. Estando en el Rodadero y a orillas del mar, entre turistas y samarios ofrecia sus artesanías para aportar al sustento de su familia. Mientras tanto su esposo cada mañana, debía despertase muy temprano para subir a la sierra, pues este era su lugar de trabajo. Allí se desempeñaba como docente, profesión que ejerció durante cinco años, debido a que recibió amenazas y tuvo que dejar estas tierras samarias. “Mi esposo subía a la sierra a dar clase, pero en esa época la situación de conflicto que había entre paramilitares y guerrilla hacia todo complicado. El hecho de que el subiera a la sierra, lo tachaban de informante de la guerrilla y por lo tanto era objetivo de los paramilitares, quienes lo amenazaban de muerte. La incertidumbre, el peligro y las amenazas nos hicieron dejar Santa Martha, y desplazarnos con lo básico a Ibagué”
“El manejo de las técnicas tradicionales nos permite como artesanos, crear diferentes objetos de calidad, imprimiéndoles, además, valores simbólicos e ideológicos de la cultura local, lo que convierte las artesanías para nosotros en un estilo de vida”.
Una pequeña entrevista:
Esta artesana de piel morena y de no más de un metro con sesenta centímetros de altura, reconoce que no ha sido fácil sobreponerse a la situación de desplazada, con la que llegó a mediados del 2005 a Ibagué. Con un “pañito” y los hilos de las manillas que tejían en frente de las universidades, la señora Zuleta inició un transcurso en compañía de su familia, que diez años después le ha permitido ubicar a la “costeña” como uno de los locales más reconocidos en la plazoleta de los artesanos, además de lograr sacar adelante a su familia, quienes se encuentran felices de ver el progreso que han logrado juntos. “La coste como le llamamos a Dengri se ha dado a conocer entre nosotros por su alegría, su creatividad pero sobre todo por su pujanza, ya es más pijao que cualquiera de nosotros. De vez en cuando también se sienta a explicarnos trucos que su estadía en la sierra le han dejado para fabricar hermosas artesanías” es así como Marleny Urrego y los demás testimonios de sus compañeros, dan cuenta de cómo al 2015, ha ocurrido un proceso en el cual, la unión familiar y el emprendimiento logran superar y reubicar la cotidianidad de actores sociales, que buscan salvaguardar el patrimonio y la identidad de un país.
“El fruto requiere de una preparación previa, antes de ser apto para su empleo en las artesanías. Necesita dejarse secar y un curado apropiado. Cuando ya está curado, debe lijarse y limpiarse”